Latinoamérica: imparables cambios

Latinoamérica: imparables cambiosDos opciones debió barajar el presidente ecuatoriano Rafael Correa durante el lapso que lo tuvieron secuestrado: dignidad  o la muerte. No había otra salida frente a la intentona urdida por policías nada representativos del pueblo ecuatoriano. Lo escoltaban la verdad y transparencia de su gobierno.
  
Hace meses ocurrió en Honduras. En Bolivia hubo sus revuelos. Antes en Venezuela. Ahora tocó el turno a Ecuador. Tras bambalinas –no revelo secreto–  la mano oculta de los Estados Unidos, imperio que, en su enfermizo afán de dominio global, es incapaz de concebir u otear (al menos), son otros los tiempos por los cuales transita el mundo y, en particular, la región latinoamericana y caribeña.
  
La primera evidencia de los cambios resultó la propia respuesta popular. Los ecuatorianos se movilizaron y, con su respaldo total al mandatario Correa, impidieron las maniobras dilatorias de los golpistas.

Existen antecedentes: el reto que encararon la Asamblea Constituyente y el gobierno de Rafael Correa el 28 de septiembre de 2009, cuya recompensa fue el mayoritario Sí en el voto popular para refrendar la nueva Constitución que rige desde entonces los destinos de ese país.

Constitución que proclama la Patria Altiva y Soberana, para encarar las necesarias transformaciones demandadas por el país, no exenta, desde luego, de los contratiempos que generarán los sectores más reaccionarios. Lo ocurrido el último día de septiembre, es ejemplo harto elocuente.
  
“Dejemos la amargura, los colores negros, a los del viejo país, a los del no”, señaló Correa durante la manifestación que precedió entonces al referendo y en la cual criticó, con verbo audaz, a la oposición y a los partidos políticos tradicionales de la corrupción, pobreza y las crisis políticas padecidas por el país en las últimas décadas.
  
Muestra de los tiempos que corren fueron las prontas denuncias de numerosos líderes y gobiernos latinoamericanos –de diversas tendencias– quienes condenaron resueltamente la intentona. También organizaciones como el ALBA, el Grupo de Río, UNASUR, ofrecieron resuelto apoyo y condenaron los hechos. “La OEA reunida, como expresó Fidel en su Reflexión, está sin alternativas”.
  
Cuba, desde los sucesos acaecidos en Honduras y a los cuales se sumaron sectores oficiales de poder estadounidense, advirtió –y reiteró tajante ahora en su oportuna Declaración– que: “Intentos desestabilizadores como estos solo buscan retrotraer a nuestra región a la época de golpes de Estado, ahora bajo otras fórmulas, para restaurar la dominación del imperialismo y las oligarquías”.
  
La Isla emplazó al gobierno de los EE.UU. a que “se pronuncie contra el golpe de Estado. Su vocero solo ha dicho que “sigue de cerca la situación. Una omisión en este sentido lo haría cómplice del intento de golpe”.
  
En la Declaración se resalta, sin tapujos: “Es un intento además por silenciar la voz del Ecuador y de su Presidente en su enfrentamiento a la política intervencionista de los Estados Unidos en la región”. Todo bien claro, y diáfano.
No podemos llamarnos a equívocos. El imperialismo, embadurnado de su tozudez política, no renunciará a su protagonismo.
  
La gran lección: no se pueden dejar resquicios ni hendijas por los cuales penetren la mano oculta y la subversión de los enemigos de los pueblos y los procesos revolucionarios.
  
Tras denunciar la conspiración en contra del gobierno legítimo elegido por los ecuatorianos, el mandatario Rafael Correa sentenció la necesidad de “continuar profundizando la Revolución Ciudadana”.
  
“No daremos ni un paso atrás, conocíamos los riesgos cuando dijimos ‘vamos a cambiar la Patria’, y si ese riesgo es el de morir, lo asumiremos”, aseveró al hablar desde el Palacio de Carondelet.
  
Evo Morales, mandatario de Bolivia, fue categórico y calificó de “vergonzosa conspiración” lo acaecido en Ecuador. Desde su sabia indígena desmenuzó los sucesos y alertó: “Este es un nuevo intento por evitar a la fuerza y por la violencia, como ocurrió en Honduras, el imparable cambio revolucionario en toda América Latina”. Huelgan los comentarios. (Por Marcos Alfonso, AIN)