Nelson Mandela respira en los Cinco

Nelson Mandela respira en los CincoCuando lo sometieron al encierro, al silencio en una celda de castigo, dos imágenes lo acompañaron: una del Che y otra de Nelson Mandela. Entonces ni Gerardo Hernández Nordelo ni sus cuatro hermanos sabían el modo en que la injusticia norteamericana se ensañaría con ellos. Él intuyó que aquellos dos símbolos de resistencia serían necesarios en aquel reducido espacio. Seguramente muchas veces lo salvaron.

Casi 12 años después del inicio de aquellos 17 meses de «hueco» —los primeros pero no los últimos—, los Cinco han debido pensar mucho en el líder sudafricano. Gerardo lo llevó consigo, pero todos guardan su ejemplo y no han debido ser pocas las veces en las que han echado mano a la legendaria figura para sostenerse. A ellos les sobran las razones. Sin embargo, que Nelson Mandela exista, que haya resistido casi 30 años de encierro en su lucha contra la ignominia del apartheid, corrobora que las causas justas merecen cualquier sacrificio. Y la suya lo es.

A medida que fue creciendo el prestigio internacional de Nelson Mandela, sus captores fueron aumentando las presiones para que claudicara. Llegaron a proponerle su liberación a cambio de que abandonara la lucha. Al parecer, quienes se saben culpables usan los mismos métodos para lavar sus manos. ¿Acaso no han sido una constante a lo largo de esta década las presiones de todo tipo para que los cinco antiterroristas cubanos traicionen?

El prisionero número 466/64 de Sudáfrica resistió la prisión en precarias condiciones, fue sometido a trabajos forzados en una cantera de cal, pero sin desfallecer lideró la lucha contra el régimen racista. Venció.

Gerardo, René, Antonio, Fernando y Ramón también han sido categóricos en sus posiciones de principios y aun así, durante los más recientes procesos de resentencia, intentaron contra ellos nuevas patrañas. Dilaciones, negación de visas a los familiares… todo se suma a los intentos por desestabilizarlos. No han sido suficientes 11 años de cruento choque con la resistencia de estos valerosos jóvenes, cuyo único delito fue luchar contra el terrorismo.

No importa que inventen juicios y cargos; ocurrió con Mandela y también con ellos. Es conocido que se trata de un caso político en el que se castiga a cinco seres humanos por defender la dignidad de todo un pueblo.

Huellas
Tres de los Cinco —el propio Gerardo, René y Fernando— fueron combatientes internacionalistas en Angola durante la década del 80. Mandela, desde la prisión, calificó a la batalla de Cuito Cuanavale como «el viraje en la lucha de liberación del continente africano contra el flagelo del apartheid».

La historia da fe; mientras las vidas reales se entrecruzan, se fortalecen.

Mandela sabe de crueldades y seguramente nadie como él entiende los días de cinco seres humanos en cárceles de EE.UU. y el sufrimiento de sus familias. Él pertenecía a la más baja categoría de prisioneros, porque el apartheid no se aplicaba solo en las calles de Sudáfrica. En la cárcel los negros recibían menos raciones de comida y eran maltratados con frecuencia.

Como si no bastara, solo tenía permitido recibir una visita y una carta cada seis meses. Las misivas, si llegaban, eran a menudo retrasadas durante largos períodos y leídas por los censores de la prisión. Cualquier semejanza no es pura coincidencia.

Olga Salanueva, esposa de René, y Adriana Pérez, esposa de Gerardo, conocen del ensañamiento, porque ellas llevan más de diez años sin poder visitar a los suyos. El gobierno de EE.UU. les niega las visas, pero ellos no se permiten ni un minuto de abatimiento.

Volver sobre lo que algunos de ellos escribieron a sus familiares justo después de haber estado 17 meses en el hueco es una lección de vida. Mandela respira en los Cinco.

«En los momentos más difíciles, en la soledad más extrema, cuando extrañábamos hasta la voz de un ser humano, siempre te tuve y, sin falta, eternamente siempre a mi lado, también, estaba mi madre. Estaban todos, mis hijas, mis seres queridos y amigos, y en lugar cimero esa madre primera a la que todos nos debemos: mi Patria», le escribió Ramón a su esposa Elizabeth.

Mientras Gerardo, ese hombre que llevó junto a su pecho la imagen del legendario preso 466/64, envió estas letras:

«Soy yo quien está muy orgulloso de ustedes. Para mí lo más importante del mundo es que ustedes estén del lado mío, que comprendan la necesidad y la importancia de este sacrificio que yo les he impuesto… Yo estoy viviendo la vida que escogí, la que siempre soñé vivir, y es por eso que no tengo absolutamente nada de qué quejarme ni de qué arrepentirme… El sacrificio nunca será mayor que el que hicieron otros que entregaron sus propias vidas por la Patria… Yo nunca les voy a fallar a ustedes».

Once años después todos siguen firmes.

¡Gloria…!
Nuestros Cinco, quienes reciben apoyo desde todos los continentes y necesitan aún más esfuerzos para romper con el silencio a que es sometido su caso, también han contado con la solidaridad del pueblo sudafricano y del propio Mandela. El pueblo hermano sabe de las posibilidades de que las presiones nacionales e internacionales ayuden a poner fin a la injusticia. La unión de voces en contra del apartheid conspiró para el debilitamiento del régimen y sirvió para que Mandela fuera puesto en libertad en 1990.

Encontrar al líder leyendo el poemario Desde mi altura, de Tony, fue una revelación. En 2005, el texto le fue entregado por una delegación cubana de visita en Mozambique. Expresó entonces su deseo de comunicarse con ellos.

Más recientemente, el año pasado, el presidente del Parlamento de Sudáfrica, Max Vuyiside Sisulu, entregó a los familiares de nuestros héroes un retrato de Mandela y comunicó los esfuerzos parlamentarios en su país para impulsar una moción que pida a Washington frenar la injusticia contra Ramón, René, Gerardo, Antonio y Fernando.

Ellos despiertan la solidaridad en los más disímiles rincones del planeta. Y aunque están solos, no lo están. Por eso es vital hacerles saber cuánto valoramos su resistencia y que aumenten los comprometidos con la justicia. Aun así, ya están en la cima de lo sempiterno, como Mandela.

El más preclaro luchador antiapartheid se convirtió en 1994 en el primer presidente electo de su país, y desde ese puesto lideró el proceso de reconciliación nacional que sepultó al régimen racista.

Con motivo de su cumpleaños 90, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro envió un mensaje al líder sudafricano.

«¡Gloria a ti, Nelson, que desde 25 años de cárcel solitaria defendiste la dignidad humana! Nada pudieron contra el acero de tu resistencia la calumnia y el odio. Supiste resistir y, sin saberlo ni buscarlo, te convertiste en símbolo de lo más noble de la humanidad. Vivirás en el recuerdo de las futuras generaciones, y contigo los cubanos que cayeron defendiendo la libertad de sus hermanos en otras tierras del mundo».

El paralelismo entre Mandela y nuestros Cinco no es festinado. Sobran las razones que los conectan. Es imprescindible ubicar el sacrificio en su sitio. Cuando el Premio Nobel de la Paz está a punto de cumplir los 92 años y nuestros cinco compatriotas 12 de injusto encarcelamiento, acercarlos es un modo de comprender y elevar lo que hicieron y hacen por sus respectivos pueblos, por el ideal de futuro.

(Por Nyliam Vázquez García/ Juventud Rebelde)