Gerardo: vidas para la Patria

Nathan Hale, gran patriota estadounidense, sentenció en cierta ocasión: “Solo lamento no tener más que una vida para entregar por mi patria”.

Tal concepto, por lo hondo de su contenido, fue escogido por el Héroe cubano Gerardo Hernández Nordelo para finalizar su Alegato en el amañado juicio en el cual fue condenado a ¡dos cadenas perpetuas y 15 años de prisión!

El ruidoso operativo –al estilo de los filmes policíacos en Hollywood– fue orquestado el 12 de septiembre de 1998, cuando fueron arrestados él y otros cuatro cubanos, cuyo misión era proteger al pueblo de Cuba, y al estadounidense, de las acciones de los grupos terroristas asentados en Miami.

Como señalara el recientemente desaparecido profesor Julio Fernández Bulté, “todas las acciones terroristas que ha sufrido Cuba han sido concebidas, organizadas, financiadas y dirigidas por distintas agencias del gobierno de Estados Unidos, muchas veces actuando o escudándose en organizaciones contrarrevolucionarias anticubanas”.

Desde su detención, Gerardo, al igual que el resto de los patriotas ilícitamente detenidos, han debido surcar el rosario de injusticias violatorias no solo de las normas jurídicas de los EE.UU., sino de los instrumentos legales de la comunidad internacional en relación con los derechos humanos.

Dos ejemplos bastarían para corroborar tal presupuesto. Paul McKenna, abogado de Hernández Nordelo, expresó en la vista refiriéndose al aislamiento en el Hueco a que fue sometido su defendido: “En una cáscara de nuez el acusado pasó casi un año, quizás más, en confinamiento solitario en un cuarto semejante a un armario, donde debía comer, bañarse, usar el servicio sanitario y privado de todo contacto humano normal en prisión”.

La otra evidencia acontece desde junio del 2002, cuando Adriana Pérez O’Connor, esposa de Gerardo, poseedora de visado para visitarlo en la cárcel, al arribar al aeropuerto de Houston, Texas, fue detenida arbitrariamente por el FBI, aislada, fichada y, 11 horas más tarde, obligada a regresar a Cuba vía México.

Con posterioridad inhumanamente le han negado autorización para verlo.

En sus descargos ante el tribunal que lo juzgó, Gerardo manifestó el 12 de diciembre de 2001: “Se nos acusó de haber conspirado para cometer espionaje y dañar la seguridad nacional de Estados Unidos. Se nos ha puesto al mismo nivel de los peores espías que se hayan conocido sin que para ello exista una sola prueba contundente y sin haber causado daño alguno, solo sobre la base de suposiciones”.

Tal como acotara el doctor  Rodolfo Dávalos acerca de los elementos publicitarios que acompañaron al proceso, “el juicio de los espías –como le denominaron los medios de comunicación de Miami– se convirtió en comidilla de bares y cantinas, restaurantes y parques, donde se reúnen elementos remordidos por el odio y sedientos de venganza”.

Valiente, sin temor alguno, Nordelo declaró aquel día ante el tribunal: “Que sepan los señores fiscales que la única sangre que podría haber en estas manos es la de mis hermanos caídos o asesinados cobardemente en las incontables agresiones y actos terroristas perpetrados contra mi país por personas que hoy caminan tranquilamente por las calles de esta ciudad”.

Hombre digno, honesto, sencillo, Gerardo vive junto al pueblo que lo vio nacer. A pesar de la larga condena, está seguro de sí y de la batalla que libran por su liberación su Patria y numerosas personas honestas del mundo. Posee la inmensa alegría de amar y ser amado. Aun en las peores circunstancias, al igual que Nathan Hale, se lamenta por no tener más que una vida que entregar por su país. (Por Marcos Alfonso)