Bombas contra Cuba, terroristas sueltos en EE.UU.

Bombas contra Cuba, terroristas sueltos en EE.UU. La Habana, 24 mar. – Terroristas como Luis Posada Carriles pasean hoy por las calles de Estados Unidos, cuyas autoridades parecen más preocupadas por guiar su campaña mediática anticubana que por establecer la verdad sobre las bombas de procedencia norteamericana contra hoteles en la isla.

Más de una década después de los hechos, con saldo de un turista italiano muerto y varias personas heridas, la Casa Blanca sigue sin tomar cartas en el asunto.

Sin embargo procedió al arresto en septiembre de 1998 de cinco antiterroristas cubanos en Miami.

Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, René González y Fernando González fueron apresados por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) luego de la información entregada por las autoridades cubanas para tratar de detener las acciones criminales organizadas desde ese país.

Organizaciones terroristas anticubanas como Comandos L, Alpha 66 y la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) organizaron en los años 90 acciones contra la Isla desde territorio estadounidense que incluyeron el ametrallamiento de instalaciones hoteleras y la colocación de artefactos explosivos.

Tras una escalada, que se prolongó por varios meses, el 12 de abril de 1997 estalló una bomba de unos 600 gramos de explosivo plástico C-4 en uno de los baños de la discoteca Aché del hotel Meliá Cohíba, en La Habana.

Casi tres semanas después, el día 30, fue descubierta otra carga explosiva con 401 gramos de C-4 en el pasillo del piso 15 del propio hotel.

Las investigaciones posteriores permitieron determinar que las dos bombas, una de las cuales causó considerables daños materiales, fueron colocadas por el terrorista salvadoreño Francisco Chávez Abarca.

Ya en julio de ese año estallaron dos cargas en los vestíbulos de los emblemáticos hoteles Capri y Nacional, ambos en La Habana, que provocaron cuatro heridos y considerables daños materiales.

Un mes después, el 4 de agosto, estalló una bomba en el vestíbulo del hotel Meliá Cohíba. El día 22 otro artefacto hizo explosión en un pasillo del hotel Sol Palmeras, en Varadero, a más de 130 kilómetros al este de la capital cubana.

Pero la jornada más aciaga fue la del 4 de septiembre de 1997 cuando explotaron cuatro bombas en los hoteles Copacabana, Chateau y Tritón y en el restaurante La Bodeguita del Medio.

Como resultado de la acción fue detenido el salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León, quien confesó que Posada Carriles lo contrató por mil 500 dólares por cada bomba.

La explosión en el Copacabana causó la muerte del turista italiano Fabio di Celmo, el que para Posada Carriles "estaba sentado en el sitio equivocado en el momento equivocado".

Las declaraciones del también responsable de la explosión en pleno vuelo de un avión cubano en 1976 con 73 personas las dio al periódico norteamericano The New York Times y publicadas el 12 y el 13 de julio de 1998.

En esa entrevista Posada Carriles admitió haber organizado la campaña de atentados dinamiteros contra centros turísticos en Cuba y reconoció que el ya fallecido Jorge Mas Canosa, presidente de la FNCA, supervisaba personalmente el flujo de dinero y el apoyo logístico.

Las denuncias cubanas y la publicación en diversos medios de prensa norteamericanos entonces no impidieron que las acciones quedaran impunes hasta el momento.

Ahora Washington y diversas capitales del viejo continente hacen caso omiso a esos hechos mientras se ocupan de condenar a Cuba tras la muerte de un preso común, en lo que parece un valioso arsenal en la hostilidad norteamericana con la complicidad europea.(PL)